penaltyinjusto

lunes, abril 09, 2007

La Historia le debe una Copa de Europa al Valencia

El 23 de mayo de 2001, el Valencia perdía su segunda final consecutiva de Champions League, esta vez, ante el Bayern de Münich, en Milán, en la tanda de penaltis, tras empatar a uno transcurridos los 120 minutos correspondientes. Justo un año antes, el conjunto ché había sido vapuleado por el Real Madrid de Del Bosque en París, sucumbiendo por 3 goles a 0. Dos excelentes campeonatos, dos excelentes equipazos ambas temporadas, dos descomunales decepciones muy seguidas.

Cierto es que en la Octava, el Madrid le supero de principio a fin, y, respondió en el campo, a todo aquellos que en los días previos a la final daban por vencedor al Valencia. A los chés le falto humildad y no respetaron a un club tan grande como el Real Madrid. Pero en la final de San Siro, la historia fue distinta: el conjunto de Héctor Cuper se sabía la lección y no quiso ir de favorito, fue mejor durante los 90 minutos y la prórroga, mereció el título bastante más que los alemanes, y, además, en la tanda de penaltis, tuvo contra las cuerdas al Bayern, siempre por detrás, hasta que a Pellegrino se le bajo la persiana... y se fue la luz.

Sinceramente, nunca he sido un fan de Cañizares, tanto futbolísticamente como personalmente no es de mis preferidos, pero reconozco que verlo llorar aquella noche de la primavera de 2001 es una de las imágenes más tristes que guardo en mi memoría futbolística. Sus inagotables lágrimas, su tristeza y su desconsuelo, fueron el fiel reflejo de los sentimientos de todos y cada uno de los valencianos que estaban en las gradas de San Siro y enfrente de sus televisores en esos instantes. Si ya es complicado llegar a una final de la Copa de Europa, imagínense a dos consecutivas. Por lo que tras el fiasco de la final ante el Madrid, la nueva oportunidad de alzar la orejuda para los de Mestalla se vivió como un ahora o nunca. Y salió rana, se volvió a perder, y, en esta ocasión, como más duele: injustamente y en la tanda de penaltis.

Pero si en aquel momento el destino, siempre tan caprichoso él, le debía una Copa de Europa al Bayern de Münich, por la jugarreta que sufrió en el Camp Nou en la final de la Champions del 2000 ante el Manchester donde ganaba 1-0 en el minuto 89 y en el 93 perdía 2-1, esta vez a quien se le debe una Champions es al Valencia. Y creo que este va a ser su año. Sinceramente, no veo ningun rival más poderoso que él. Sólo necesita jugar como juega a día de hoy, un poco de suerte en las elimminatorias y mucha humildad. Ha llegado el momento de que el destino le devuelva aquello que le birló hace casi seis años. Y que mejor lugar que Atenas, el Olimpo de los Dioses.

Una de las obras maestras de Woody Allen, Match Point, comienza de este modo: "Hay un momento en un partido en que la bola golpea en lo alto de la red y por una milésima de segundo puede caer hacia un lado u otro. Con un poco de suerte rebota en el campo contrario y ganas. O puede que caiga en tu campo y entonces pierdes". Valencia, ya toca que la bola caiga al otro lado de la red. La Historia os debe una Copa de Europa: suerte.

Aquel gol de Messi y el cagómetro

10 de marzo de 2006, 23:50 horas, Barcelona, estadio Camp Nou, partido de la vigesimosexta jornada de Liga entre el Barça y el Madrid. Cinco puntos separan a ambos en la clasificación y en ese instante, minuto 91 de partido, con 2-3 a favor de los blancos, el conjunto merengue estaba a punto de situarse a dos puntos del conjunto azulgrana y meterse de lleno en la pelea por la Liga. Pero entonces apareció Messi, y con un golazo empató el partido a 3, evitando que el Madrid redujera la distancia y, por lo tanto, manteniendo esos cinco puntos entre los dos grandes de nuestro fútbol.

En ese momento, me resultó curioso comprobar como amigos y conocidos culés festejaron ese gol más que el de Belleti en la final de la Champions. Y digo que me sorprendió porque no llegaba a entender que un partido que el aficionado y la prensa culé había anticipado como una goleada al eterno rival y la estocada definitiva a la cuarta temporada en blanco del Madrid, llegaban a perder el juicio por un simple empate en el descuento. Más bien, tal y como habían imaginado el partido (si no recuerdo mal el diario Sport tituló “A por la manita”) debía suponer un fracaso y un ridículo espantoso aquel empate. Pero no, el 3-3 supuso un delirio de orgullo y excitación para los barcelonistas y la prensa afín. Y hasta ayer mismo me continuaba preguntando el porqué.

Pero ya he encontrado la respuesta. Aquel gol de Messi in extremis hace líder hoy al Barça. Porque si La Pulga no se hubiera sacado de la nada aquel golazo, el líder sería hoy el Madrid y el segundo el Barcelona a un punto de distancia. Ahora entiendo aquella locura por ese gol (para mí, en ese instante, intrascendente) que, de nuevo, vuelve a reafirmar una de mis ideas: el Barça siempre será un segundón al lado del Madrid. Es tal el miedo, el pánico, que tienen en Barcelona a una resurrección del Madrid, tras cuatro años de travesía en el desierto, que ver como el eterno rival te puede birlar la Liga, cuando ellos tienen el mejor equipo del mundo, y el Madrid, el peor de toda su historia, supondría una humillación inimaginable de calcular.

Tras la disputa de la vigesimonovena jornada de Liga, si ojean la prensa de Barcelona, compruebas que en las encuestas sobre quien ganará la Liga, los porcentajes del Madrid y del Barça son muy parecidos, que los periodistas ya comienzan a hablar del Madrid como el principal rival para ganar el campeonato, en definitiva, comprueban que el cagómetro ha vuelto a la Ciudad Condal. Eso de tener el aliento del Madrid en el cogote, históricamente, nunca le ha sentado nada bien al Barça. Llevan menospreciando al Madrid desde que comenzó la temporada y, ahora, que le han visto las orejas al lobo, les entra el miedo.


Pero, claro, yo me pongo en su lugar y les entiendo: si resulta que a principios de temporada tu presidente dice que vais a ganar siete títulos y ves que va a terminar la temporada y que te puedes ir de veraneo con una Supercopa de España y seis ridículos en la maleta, es como para que te vuelvas un poco loco. Pero si, además, ocurre que tu máximo rival, del que llevas riéndote toda la temporada y calificando como el peor Madrid de toda la historia, es el que te gana el campeonato doméstico, directamente mejor cancelas las vacaciones y te vas al psiquiatra a contarle el espeluznante estado de enajenación mental en el que has entrado y no sabes como salir.